lunes, 10 de mayo de 2010

La isla esmeralda


Me estoy dando cuenta de que los viajes y paseos tienen un “no-se-qué” que contribuye al crecimiento personal. Debe ser algo similar al calcio que tiene la leche, que no se ve pero se necesita, y si lo consumes con regularidad, te mantienes saludable. Lo mejor de ellos es que vienen en todas las formas y colores. No importa el tiempo que duren ni el medio de transporte que se utilice, lo importante es el montón de experiencias e imágenes que te llevas contigo, que valen más que cualquier souvenir.

Nuestra última aventura fue en el místico territorio irlandés, en Dublín, la ciudad capital. Estuvimos apunto de no irnos por el cierre de los aeropuertos europeos, debido a la nube de polvo que arrojó el volcán en Islandia. Por fortuna, para la fecha de nuestro vuelo, las actividades aéreas se reanudaron y tuvimos un trayecto sin contratiempos.


Pasear por una ciudad en donde la circulación vehicular va en sentido contrario era peligroso. Uno está acostumbrado a voltear a la izquierda y luego a la derecha para cruzar una avenida; pero en estos casos, hacerlo en ese orden puede ser trágico, porque los coches transitan al revés. El ayuntamiento irlandés debe haberlo sospechado, porque en los cruces peatonales hay letreros que indican al transeúnte hacia dónde debe mirar.

Otra curiosidad fue la gran cantidad de bares irlandeses, los originales “irish pubs” que tanto nos gusta imitar en otras ciudades. Era lógico que los veríamos, pero no nos imaginábamos que tendrían ese espíritu vikingo , que lleva a los asistentes a ondear sus vasos de cerveza al son del acordeón, la guitarra y el violín.


Qué decir de la Guinness, esa bebida misteriosa y soberbia, que se jacta de llevar de logotipo el estandarte de la propia ciudad: el arpa. Esta espléndida cerveza espumosa -que adquiere su color obscuro minutos después de ser servida- es además protagonista de uno de los puntos turísticos más populares: la Guinness Storehouse, un museo de siete plantas que explica el proceso de elaboración de la bebida, mientras brinda datos curiosos que revelan la importancia que ha tenido en la cultura irlandesa.


La avenida O’Conell, el monumento a Oscar Wilde, la Aguja, el Trinity College, la estatua de Molly Malone, el edificio de Correos, el Temple Bar, las dos catedrales y el banco sin ventanas, fueron parte del recorrido por Dublín. Regresamos justo a tiempo a Donostia, antes de que nuevamente se cerraran los aeropuertos... quizás tantos tréboles de buenas suerte tuvieron algo que ver en esto.

2 comentarios:

  1. eeeeeh Karlita!!! que gusto toparme con tu blog, si, viajar tiene un no sé qué que qué sé yo que te construyen a cada paso un poquito más. Qué bien que estés viviendo esto y sobre todo q lo documentes y lo compartas!

    Te mando abrazos desde el Caribe!!!

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  2. me pasa lo mismo,
    aun pienso que sigo como que en unas vacasiones enormes.
    aunque voy a clases, laburo mis tareas y estudio, pienso que estoy en una burbuja de tiempo.
    pienso que no pasa el tiempo, pues me dibierto mucho,
    aun que me e despertado ya mas de una ves pensando que estoy en mi casa.
    es extraño extrañar tanto.
    me da gusto que siguas conociendo mucho yo por aca no e tenido mucho tiempo de salir del pais, estoy en entregas y en examenes asi que con menos ganas...
    suerte en todo karlita me encantan tus escritos

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