jueves, 8 de abril de 2010

Costa Azul (parte 1)


Federico conducía el Fiesta rojo, con Karol y Chuy a bordo. Jorge manejaba el Kia Ceed plateado, con Ana y Tay y yo. Los siete nos disponíamos a recorrer las carreteras de la Costa Azul, al sur de Francia, sin imaginarnos lo espléndido que sería nuestro viaje, con las maravillosas vistas y los impredecibles días de sol y de lluvia que nos acompañarían alternadamente. La Semana Santa apenas estaba comenzando.


El primer punto fue Nimes, una ciudad pequeña que serviría como escala para el resto viaje. Viajamos en la noche del miércoles para llegar a dormir a un hotelito, donde Ana, Tay y yo compartimos una linda habitación rosada. Lo poco que pudimos ver de Nimes fue el jueves temprano, cuando salimos en los autos rumbo a la autopista, no sin antes fotografiar su catedral gótica y el anfiteatro. Brillaba el sol y soplaba el viento con muchas ganas.


Ese jueves santo era el más ambicioso: queríamos conocer Marsella, Saint Tropez y llegar a dormir a Cannes. Llegamos a Marsella con un par de horas de retraso respecto al plan inicial, pero nada impidió que disfrutáramos su puerto, las increíbles vistas desde la iglesia en lo alto del monte, y ese azul profundo del Mar Mediterráneo. Cuando dejamos Marsella, la alineación de la tripulación cambió: Chuy y yo intercambiamos lugares, así que en lo sucesivo, mis compañeros de nave fueron Karol y Federico.

Cuando obscurecía, llegamos al opulento puerto de Saint Tropez. Los yates de lujo y los carros último modelo invadían los alrededores, además de restaurantes caros. No pasó mucho tiempo cuando nos entró la prisa por llegar al próximo destino, así que pronto emprendimos el camino a Cannes.


La mañana del viernes empezamos con un café McDonalds. Dejamos el hotel y nos dirigimos al centro de Cannes, donde quedé maravillada. Qué lugar más glamoroso, con esas amplias playas, las filas de palmeras, los grandes hoteles, y el “Palais des Festivals et des Comgrés”, sede del afamado Festival de Cine de la ciudad. Los valientes probaron las aguas mediterráneas, pero las chicas preferimos sólo mirar sentadas en la arena. Nos fotografiamos en una cascada con aguas del canal del Vesubio, en lo alto del monte, desde donde veíamos el imponente océano.




Después viajamos a Niza. Durante el trayecto tuvimos el mar a un lado, e hicimos una parada para verlo de cerquita. Al llegar, nos registramos en el hostal y luego tomamos el tranvía para llegar al centro. En una larga caminata recorrimos la plaza central, el Palacio de Justicia, el puerto, el Museo de Arte Contemporáneo y el Polideportivo. Nos perdimos un buen rato tratando de volver al hostal, pero Tay, Ana y yo teníamos un buen panqué y una cajita de leche para amenizar el momento. Finalmente, Karol y Federico, que se nos habían adelantado, nos encontraron en uno de los carros y pudimos regresar.


El sábado desayunamos en el hostal. Tras unas rebanadas de pan con mermelada, jugo y cereal, estuvimos listos para continuar el paseo. Estaba nublado y lloviznaba un poco. Pasamos por la Catedral Rusa para tomar algunas fotos, y enseguida tomamos la carretera hacia Mónaco. El segundo país más pequeño del mundo después del Vaticano.

En el camino, las dos tripulaciones nos apartamos, así que conocimos Monte Carlo por separado. El Casino nos deslumbró con sus jardines a desnivel llenos de tulipanes, con Lamborghinis y Porches estacionados alrededor. La ruta de Fórmula Uno que cruza la ciudad nos permitió acelerar un poco para experimentar la adrenalina de la velocidad. Caminamos por el Palacio del Príncipe y por el Instituto Oceanográfico, deteniéndonos en las tiendas de souvenirs y disfrutando de la espectacular vista. Compramos unas hamburguesas para el camino y nos dirigimos a Génova.

1 comentario:

  1. Tu foto de Notre-Dame de la Garde está hermosa, no la había visto. Mi favorita por mucho de todas :)

    ResponderEliminar