lunes, 19 de abril de 2010

Donostia primaveral


La primavera se contonea alegremente por San Sebastián. Apenas la temperatura subió unos grados, los arbolitos enfilados a lo largo del Río Urumea se llenaron de hojas frescas, los jardines del Alderdi Eder y del Teatro María Cristina fueron engalanados con montones de tulipanes y otras flores de colores, y el parque que cruzamos todos los días para ir a clases está más verde y lindo que nunca.

Durante el día, la ciudad entera se llena de vida, se siente alegre y cálida. Las cafeterías y restaurantes sacan sus mesas para ofrecer bocadillos al aire libre. La gente pasea por las calles; los padres llevan a sus bebitos en carriolas elegantes, como de costumbre, pero ahora colocan una coqueta sombrilla para protegerlos de los rayos del sol.

La playa se colma de cuerpecitos tirados en la arena, de chicos jugando a la pelota en La Concha, o de surfistas vestidos con sus trajes de neopreno en la Zurriola. Algunos veleros se aventuran a navegar en torno a la isla de Santa Clara.

De noche, el puerto es escenario de la fiesta nocturna del “botellón”, donde todo aquel que desea participar no tiene más que llevar consigo una buena botella de licor, cualquiera que sea: cerveza, sangría, tinto de verano o “calimotxo” elaborado con vino Don Simón. La velada se acompaña de una hermosa vista de la ciudad reflejada en las aguas del Cantábrico.

Supongo que hace falta pasar un año entero en San Sebastián para entender sus múltiples facetas… lo que significa que tendré que regresar en otra ocasión ;)

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